Cada momento tiene el potencial de ser cuestionado. Mientras tengas una dirección o un objetivo, sabrás si lo que está ocurriendo está bien o mal. Puedes decidir estar satisfecho con ella, cambiarla o, más radicalmente, empezar de cero. Este es el juego de la carta blanca. Incluso puedes cuestionar el objetivo si quieres, pero necesitarás uno nuevo si quieres evitar vagar sin rumbo, acumulando incoherencias.
Si pudieras rehacer el mundo, rehacer tu vida, tu lugar de trabajo, tu último libro, tu ciudad, tu viaje... ¿qué harías? Un fenómeno peculiar, nada más empezar este juego, es que más o menos rápidamente te encuentras con las consideraciones que harían imposible que esto sucediera. Que así sea. Pero a no ser que... y empecemos otra ronda hasta que ya no nos detenga ninguna consideración; las reconocemos, quizás, pero ninguna será suficiente; aparecerá por fin la apertura, la grieta por la que fluirán las energías y la creatividad de las que somos capaces.
Algunas personas consiguen perseguir su visión, que no se ajusta a ninguna convención aceptada por quienes les rodean. No esperan ninguna aprobación de ellos, sólo la satisfacción de avanzar hacia su objetivo. Experimentar algo sin ideas preconcebidas es la idea de la carta blanca. A veces se trata de recuperar el espíritu original y recrear lo que se ha perdido o destruido, como en una restauración tras una catástrofe.
Tanto los momentos de soledad como los de crisis son buenos para recapacitar, siempre que no te dejes vencer. Pero no hace falta apuntar a la luna; haz algo de música, haz alguna manualidad, habla con tu vecino, no te conformes y prueba algo más, graba algo en la tarjeta blanca que pasa por delante de tus narices, sea virtual o real.
Thot Cursus continúa su ritmo veraniego.
¡Un gran verano para todos nuestros lectores!
Denys Lamontagne - [email protected]
Ilustración: DepositPhotos/a>
